La primera vez que supe de JorgeVolpi fue en 1996 en la que fuera mi secundaria, esa escuela diurna a donde
todos asistÃamos con uniforme verde o blanco según fuera dÃa de hacer
actividades fÃsicas. Volpi formaba parte del programa “Jóvenes creadores” del
Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) el cual apoya a jóvenes para que
creen obras artÃsticas en el transcurso de un año.
Supongo que dentro de las
actividades que el FONCA les encomendaba, estaba la del fomento a la lectura
con los adolescentes. Por esta razón, la directora de la escuela acondicionó la
mejor de las aulas para convocar a alumnos que estuvieran dispuestos a escuchar
una charla de alguien desconocido pero con mucho entusiasmo para hablar de los
derechos del lector. Volpi dejó claro que como lectores tenemos todo el derecho
de comenzar por las primeras páginas o en sentido contrarios si se nos apetece.
Se solidarizó con nuestra apatÃa a la lectura, ocasionada por los maestros de
literatura que en sus exámenes hacÃan preguntas tan precisas como: ¿Cuál es el color del esmalte de las uñas
que usaba la esposa del gordo Menchaca que aparecÃa en la página 73? El
derecho que más le hizo sentido a mis compañeros fue aquel que expresaba, que
todo lector tiene derecho a leer las primeras páginas de un libro y abandonarlo
si no es de su agrado. La idea era darles confianza a los adolescentes para
que, de una o de otra forma, nos acercáramos a la lectura y para que viéramos a
los libros como verdaderos amigos incondicionales.
Yo mismo me considero uno de esos
adolescentes a los que Volpi logró convencer. Dos años después que se publicó
su novela “En busca de Klingsor” fui
de los primeros en adquirirla. De este libro obtuve el mejor nombre para mi
mascota: Bacon, en honor a Francis
Bacon, canciller de Inglaterra. Escuchar a Volpi en uno de sus talleres impartidos
en la librerÃa "El Péndulo" dista mucho de leerlo en su columna semanal en el
periódico Reforma. En esta última se le puede conocer molesto, a la defensa de
su veredicto por ser parte de un jurado que otorga un premio a quien parece no
merecerlo, a un escritor opinando sobre las decisiones de la procuradurÃa sobre
narcotraficantes, o destacando la vergüenza y pasmo colectivo al conocer las
decisiones de la Suprema Corte de Justicia que demeritan su credibilidad, a un
ciudadano y servidor público opinando sobre su paÃs que lleva demasiado tiempo sufriendo por un
sistema de justicia torpe, lento y corrupto; a alguien muy humano para ser
precisos, queriendo abarcar los aciertos y errores que todos tenemos. Todas
estas formas de ser del escritor, nada tienen que ver con una novela ganadora
del premio iberoamericano de narrativa: “La tejedora de sombras”, editado por Planeta. Es diferente: serio y comprometido.
La tejedora de sombras es una
novela que relata la historia de amor apasionado, obsesivo, sufrido, clandestino
y oculto que viven Christiana Morgan y Henry Murrray durante 42 años; ambos tienen a sus respectivos esposa
(o); Christiana casada con un
hombre mayor y Henry casado con una rica
heredera que atiende a sus hijos. Los
matrimonios de ambos, son parte del mismo grupo social que se reúne
frecuentemente, aún cuando Jo (la esposa de Henry) y Will (el esposo de
Christiana) tienen más que la sospecha de la relación entre sus cónyuges.
Christiana, inicia psicoanálisis
con el Dr. Jung, quien hace una especie de “experimento” con ella, utilizan
dibujos que ella realiza durante los periodos de trance de ella.
Durante “la relación” entre
Christiana y Henry, se dan relaciones fugaces sobre todo de ella con diferentes
jóvenes, que al final lo único que logran es provocar que ella sólo quiera
estar con Henry.
Amor, pasión, locura, atracción y
hasta adicción, soledad, esperanza, ternura y obsesión son elementos del
romance que narra Jorge Volpi en esta novela; retratando detalladamente situaciones
de encuentros apasionados entre Christiana y Henry. Ellos además de su relación
amorosa, comparten la parte profesional en más de una ocasión.
La lectura de esta novela pudo atraparme por 2 dÃas, pero yo mismo, en la medida en la que me atormentaba y me hacÃa dudar sobre la fidelidad y deber ser de una pareja, dejaba descansar las ideas. Mis dudas se generaban no sólo porque podrÃa ser una novela con ideas contradictorias a mi manera de pensar, el estilo con el que se narran las vivencia de Christiana Morgan parecen tan seguras que podrÃan ser lo más normal para lograr convencer al lector. La posibilidad de que una mujer ame a dos hombres y de llegar a un acuerdo con ambos para disfrutarse con sus mejores cualidades, todo ello narrado con un detalle y erotismo único, puede parecer la forma de vida de una mujer que necesita ayuda psiquiátrica. Esta ayuda psiquiátrica nunca ha de llegar porque los dos personajes más importantes del trÃo amoroso son médicos psiquiátricos con renombre. Entonces, ¿Quién está mal? es la pregunta que el lector se repite una y otra vez queriendo llegar al final para conocer la respuesta. Lo mejor es que la respuesta es sugerida y deja entredicho que esa forma de vida es necesaria para crear un método que permita investigar el origen de las fantasÃas. Aquellas fantasÃas que a muchos artistas e iluminados las han inspirados para hacer cosas fabulosas.
Los tres personajes justifican su cercanÃa y amor a favor de la ciencia, a favor de tener lo necesario para hacer una investigación con prácticas basadas en la vida y en el dÃa a dÃa. Surge pues la necesidad de tener una segunda mujer como femme inspiratrice,
una mujer que
no ha nacido para procrear hijos sino para fecundar a los hombres que sepan
apreciarla. Siempre que se mantenga cerca de esta mujer, hará usted grandes
progresos, pero debe tener claro que las mujeres como Christiana nunca serán
buenas esposas. Su energÃa anÃmica, brutal e incontrolada, no las prepara para
la vida doméstica o la educación de los hijos, téngalo presente.”
La mejor forma de justificar la
participación de dos personas fuera del matrimonio, según los personajes
principales de esta novela es que:
“ellos se conocieron en los terrenos de la sensación y emoción; su función
superior es el intelecto y después la intuición, por eso están juntos y eso
hace mágica su unión…
La nota final del libro puede no ser lo mejor para el lector. Descubrir que Volpi usa su estilo y experiencia para contar una historia resultado de una buena investigación en Harvard donde se conserva el archivo de Henry Murray perturba de sobremanera.
Vale la pena citar la frase más erótica que encontré en las 275 páginas de la novela: “Tú me fertilizas”.
La tejedora de sombras, una novela que regala
una perspectiva de un amor fuera del matrimonio que lejos de presentarlo como
“traición”, deja una sutil sensación de que esas relaciones parecieran
“necesarias” para el bienestar del ser humano, como un complemento al
“matrimonio tradicional”, en el caso de Henry, con su esposa Jo, tiene
aparentemente la familia perfecta, esa que nos dicen que todos debemos tener
(la esposa dedicada y los hijos) y con Christiana, él vive, experimenta y
disfruta esa pasión desbordada que hay entre ellos, que inevitablemente produce
amor. Esta novela ofrece dos opciones de lectura; la primera, de alguna manera
puede provocar la reflexión del lector, que se cuestione, haga juicios de valor
y replantee su forma de vida; sin embargo, visto de manera muy superficial, es
una historia entretenida, bien contada de la vida cotidiana que se adecua a
cualquier contexto histórico y nivel cultural.