Las edades de Lulú
8:01 p.m.
"Se vende caro" es la frase
que quizá más se ha escuchado durante lo que va de este 2016.
Dicha frase, no deja de asociarse con la actividad que el dólar ha tenido
frente al peso mexicano; ser parte de un país tan interesante como México,
trae consigo un peso que no se compara con el valor de una moneda como la
estadounidense. Los valores que se aprenden de niño en un país cercano a la
primer potencia mundial, son tan complejos que podrían separarse fácilmente de
los de una niña.
A muchos de nosotros, cuando éramos pequeños
nos decían "Soy tu madre y te digo que te aguantes... como los
machos", "De pequeño dedícate a sembrar flores y de
grande a cosechar amores".
Almudena Grandes, a través de una prosa linda y
hasta cierto punto tierna, le dice a su principal personaje en su novela "Las edades de
Lulú" editada por “TusQuets”, que mientras seas el mejor de los hijos,
tus padres te traerán más presente (en su mente y corazón) que los demás hijos
débiles, aunque eso no quiera decir que tendrás más apoyo:
"Tienes muchas cosas
de las que darle gracias a Dios, hija. Eres guapa, eres lista, te
gusta estudiar, sacas buenas notas, tienes carácter, y fortaleza, sabes encarar
los problemas, los disgustos... no me preocupas, aunque eso no quiere decir que
no te quiera. Quiero decir que tú no me necesitas, tú saldrás adelante sin la
ayuda de nadie, irás a la universidad, terminarás la carrera con buenas notas,
y tendrás éxito, te casarás con un chico guapo y rico... "
Tan pronto como la escritora Oates me
hizo llegar el mensaje de recomendación para leer a Almudena a través de la
mejor de sus novelas, yo supuse que los matices del mensaje tenían que ver con
una voz de profeta, anticipando así que sería la lectura más erótica y cachonda
que he leído en el último año. El error estuvo en confundir un mensaje
anticipado con aquellos que una madre le hace llegar a quien considera su hijo
y, por consiguiente, todo cuanto recomienda es por el bien de la familia,
incluso anteponiendo la felicidad de padre, incluso recomendando hacer lo que
una madre no puede por su compromiso de estar al frente, incluso anteponiendo
la felicidad, incluso... pero no fue así. Esta vez no fue suficiente la
recomendación de una mamá gallina para llegar a un lectura que es de
gran precio y que me quedó a deber; tampoco fueron suficientes los diez
años que debieron pasar para que la novela fuera corregida y publicada en su
edición definitiva. El mismo prólogo me anticipó que pasaría una lectura
erótica inigualable digna de leerse con las piernas juntas. En
resumen, se vendió muy cara y yo, por una recomendación maternal, compré la
idea sin esperar a que mi escritora favorita hiciera lo que siempre había querido hacer....
“dejarlo todo e irme en una sola dirección, con una novela a la vez”.
Cada que respondía a la pregunta que los
cercanos me hacían: ¿Ahora qué estás leyendo? Y luego de citarles el nombre del
libro y la autora, incluso de señalarles la portada, varios se anticiparon
diciéndome que el titulo lo habían escuchado en una película del cine erótico.
Debido a que es mi primer encuentro con la Autora, yo sólo movía los hombros
insinuando una respuesta que llevaba a un quizá o un tal vez.
Confieso que dejé de lado el contexto de la novela al momento de
leerla, es decir, olvidé por completo que la primera publicación fue en 1989,
quizá para entonces hablar del erotismo y goce en las damas causaba polémica
por ser un tabú. Si me atrevo a recomendar el libro, no es porque se lee más
tierno que erótico, sino porque contextualizándolo en el momento en el que la autora
lo sacó a la luz, creo que apenas se hablaba de la dependencia química (drogas y
alcohol), un poco quizá a las apuestas y a la comida, pero casi no se precisaba
de la codependencia al sexo en las damas. Es de este modo que el final, que no es muy feliz,
podría tomar sentido, incluso a diez años de vigencia y luego de que la autora
decidió hacer mejoras. Una necesidad de satisfacer los demonios de Lulú a
través del sexo, incluso arriesgando su integridad física, justificarían un
lenguaje perverso que se lee durante las 280 páginas, incluso al borde de
que Lulú estuviera por perder su identidad, sus ilusiones y hasta su familia.
La novela tiene notas reflexivas que me llevaron a retomar y pecar
sobre enseñanzas que se llegan a cachar en el argot de la vida: “El que mucho abarca,
poco aprieta”, “El que a dos atiende con uno queda mal”, “Termina bien un
compromiso antes de comenzar con otro”. Para no sentirme mal de no seguir esos
consejos, tuve que sentirme humano, tuve que darme un derecho a equivocarme (a perderme el asco) y,
por lo mismo, no habiendo terminado la novela, y pese a que me han quedado a
deber luego de venderse a un alto precio (la Autora y quien me lo recomendó), ya me
encuentro leyendo otro de sus titulos: “Los aires difíciles”; que también ha vendido más
de 300,000 ejemplares. Me he prometido no documentarme tanto sobre el libro antes de leerlo, me he prometido no infoxicarme al grado de elevar las espectativas. Lo estaba haciendo con su libro "Los besos en el pan", por lo mismo lo dejé de lado y comencé con la historia de Juan Olmedo y Sara Gómez.
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