¿Por qué me gusta encontrar errores en los libros?

10:38 a.m.

¿De qué color son los botones de la camisa del gordo Menchaca que se describen en la página 37? ¿De qué material está hecha la banca del parque en la que el gordo Menchaca besó por primera vez a su novia?

Las preguntas anteriores tienen un estilo único asociado a la maestra de literatura en la secundaria. Con ellas solía hacer exámenes bimestrales para que sus alumnos acreditáramos la materia. Ella decía que era la única manera con la cual podía asegurar que sus alumnos en verdad leían las lecturas recomendadas en el plan de estudios.

"¡Qué absurda y castigadora forma de acercarse a los libros tiene tu maestra!" Fue el comentario del padre chef de mi entonces compañera favorita de escuela.

Obsoleta o no, fue la manera en la que me hacía amigo de los libros. Hoy podría reírme de ello. Digamos que lo tomo como una anécdota de mi infancia que deja claro mi experiencia como lector.

"Aprenda a escribir con claridad y precisión" es el subtitulo de aquel libro con el que aprendía a escribir mientras estudiaba la preparatoria. "Ya tienes el ímpetu, ganas y sensibilidad, lo que te hace falta es un estilo y sencillez", me decía mi profesora de literatura quien estudiaba un master  en la facultad de filosofía y letras de la UNAM. Aquella maestra me hizo saber que la Dra. Ana María Maqueo impartía clases de creación literaria en la facultad y que podría acceder a sus enseñanzas con tan solo presentarme. Las únicas dos veces que los tiempos se acomodaron para presentarme a su clase, no habló de su libro titulado "redacción", por el contrario, habló del título del maestro Sandro Cohen: "redacción sin dolor".

-          "En estos tiempos  quizá no es tan importante el uso de acentos, mayúsculas y minúsculas. Los procesadores de texto ya están programados para detectar esas fallas. Lo importante es que aprendan a redactar sin que les duela expresar lo que su voz interior les dicte, sin importar que se mientan para crear, eso propiamente podría ser ficción".

Después de aquella clase supe que la creación literaria no siempre tiene que ver con la realidad, que mis dolores se disipan cuando la creatividad y la imaginación ocasionan que el tiempo y el espacio dejen de importarme hasta interesarme en la combinación de palabras para expresar eso que pienso y siento. Plantear un ecosistema que logre un efecto en quien lee lo que redacto es un verdadero elogio, no importa que sea melancolía, enojo, alegría o cualquier otro sentimiento. Lo que un escritor gana cuando lo leen, es una reacción, incluyendo las ganas de no seguir y dejar de lado el final; incluyendo las ganas de publicar un mensaje en la red social más importante para que nadie más regrese a ese momento (sentimiento).

Unos momentos después, caigo en cuenta y aseguro que ni soy escritor y ni tengo una novela que ofrecer. Lo más cercano son las tesis que he regalado a mis 5 lectores que han vivido bajo el mismo techo. Por lo mismo, cambiaré el sentido al cuestionamiento:

¿Qué debe pasar para que, como lector, me sienta aplaudido y con ganas de contactar al autor del libro que estoy leyendo? ¿Qué tendría que leer para sentirme tan feliz como para desear buscar a mi maestra y demostrarle que en verdad disfruto de la lectura?

Encuentro respuestas cuando descubro un error en el libro que leo, si es de mi autor favorito, la sensación genera más felicidad. Para entonces tengo la justificación perfecta para seguir leyendo libros en formato físico, pues tengo una edición única que se caracterizará por sus errores y, con el paso del tiempo, quizá herede algo inusual como para subastarse esperando buenos rendimientos.

Lo siguiente que se me ocurre hacer son dos cosas:

1.- Busco al escritor a través de las redes sociales y le envío la imagen del error en su libro. Sin importar si me contestará o no; sin importar si la editorial le ha puesto un commodity manager a gestionar su fama; sin importar, incluso, si aseguro que aquel ciclo de la comunicación aprendido en la primaria, se cierre.
2.- Guardo mi hallazgo para la siguiente vez que al autor tenga una presentación de un libro, espero el momento de las preguntas y comparto las coordenadas del error tipográfico, ortográfico, gramatical, de estilo, garrafal...  sin importar que me lo agradezca, se disculpe, se moleste o me ignore.

Luego de desbordar mi ansiedad, lo que tenía pensando compartirles es un ejemplo de error en el libro juvenil de mi autor favorito que actualmente leo.

Libro: El libro salvaje. Autor: Juan Villoro. Editorial: Fondo de Cultura Económica. Edición: número 198 de la colección A la Orilla del Viento con un tiraje de 20500 ejemplares.

Invoco de nuevo mi ansiedad, pienso un rato, medito otro más...  entiendo que lo que quizá estoy descubriendo es un error administrativo en las editoriales.

Creo que tendré que replantear lo que he redactado para ustedes...

... espero encontrar todos los errores y mejorar lo dicho en este post.

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