Caminando quince cuadras sobre la misma acera donde está mi casa,
llego a la escuela todas las mañana en punto de las 8:00 am, le contaba a la
nueva Miss de Robótica que habÃa llegado al Colegio. Desde que papá sufrió
aquel accidente que lo dejó paralÃtico, mi madre tiene que cuidar de él y, por
lo mismo, no le es posible acompañarme hasta la puerta de la escuela como solÃa
hacerlo; hemos logrado organizarnos de manera distinta.
Gachurro es un vecino adulto de mala fama por hacer invitaciones extrañas a las niñas más sonrientes que pasan cerca de su casa. Para suerte mÃa, nunca ha logrado verme de frente como para hacer uso de su lenguaje corporal invitándome a seguirle en algunos de sus rituales. Siempre que se da cuenta de mi presencia, ya llevo más de media cuadra andando. Lo más que ha logrado es saludarme:
Gachurro es un vecino adulto de mala fama por hacer invitaciones extrañas a las niñas más sonrientes que pasan cerca de su casa. Para suerte mÃa, nunca ha logrado verme de frente como para hacer uso de su lenguaje corporal invitándome a seguirle en algunos de sus rituales. Siempre que se da cuenta de mi presencia, ya llevo más de media cuadra andando. Lo más que ha logrado es saludarme:
Gachurro – ¡Abran paso que ahà viene Amalia!
¡Buenos dÃas mi chula! Por más que me pongo
trucha nunca logro estar listo al momento de que pasas por mi linda morada. Le
prometo a la vida que mañana estaré más atento esperándote.
Amalia (sin siquiera voltear)– Ni te
molestes, mi amigo el Drone tiene un sensor que te detecta a lo lejos y me
alerta contra sus malas intenciones.
Gachurro – Dro… ¿qué? Sepa quién sea ese
amigo tuyo que por más que busco simplemente no logro verle, hazle llegar mis
saludos y dile que para él también tengo sorpresas.
Mi padre, para prevenir este tipo de acontecimientos, decidió
suspender sus proyectos por varios meses hasta que logró construir a “Tequila”, un Drone de capacidades
únicas que me acompaña a donde mi brazalete, decorado con creatividad cursi y
futurista, anda conmigo. Tequila manda un reporte en tiempo real a mis padres
sobre todo lo que tenga que ver con mi salud y bienestar. Él sufre un poco
porque el sonar de sus hélices atrae a una que otra abeja reina que luego no logra
quitarse de encima. Yo muero de risa cuando se molesta porque otro bicho
volador no le deja trabajar, a consecuencia de ello le envÃa imágenes y videos
con tiempos de retraso a mi padre. Claramente percibo cuando está molesto o
incómodo por su caracterÃstico zumbido agudo. Es tan tierno que de cariño le
llamo “Bichito”. En nuestro caminar
de regreso a casa y disfrutando de una golosina, una veces ácido, otras picoso
pero más agridulce, le propongo crear microcuentos con palabras generadas bajo
un algoritmo de aleatoriedad:


Decidió quitarse la vida pero nunca la encontró
porque ya estaba en el corazón de ella quien tenÃa el privilegio de ser
inacabable, la reina recarga sus pilas dando y dando amor.
-
Larga vida a la reina -
Yo comenzaba a disfrutar de mi etapa edÃpica cuando aquella caÃda no sólo le cambió la vida a mi padre, lo hizo a todos en casa. Mi madre Sophia cambió sus discursos de tipo terapéuticos. Recuerdo perfectamente sus palabras: “esta cama es sólo de papá y mamá, aquà no duerme ningún niño”, “cuando papá sale de viaje yo duermo sola”; por aquellos que incentivaban una familia unida: “cada que alguien de la familia enferma, lo hacemos todos, por lo mismo todos necesitamos de la medicina que nos cure”, “si alguien merma su salud, requiere del otro para unir fuerzas hasta que ambos se sientan mejor”. Con el pasar de los años fui entendiendo que todo niño nos enamoramos de nuestro padre del sexo opuesto, es una buena manera de crecer sanamente. Para mÃ, fue fácil entender lo que sucedÃa porque papá dejó de jugar a los Legos conmigo, dejamos de diseñar casas de muñecas en la computadora, dejó de platicarme sobre sus nuevos modelos de autos en su compañÃa Tesla Motors, su otra empresa SpaceX le requerÃa un gran esfuerzo que, cuando recibÃa llamadas del encargado, apenas lograba estar despierto cuatro o cinco horas en todo un dÃa. En su empresa terminaron por cancelar el proyecto de lanzamiento espacial más importante de los últimos 6 años. Mi padre no sólo habÃa llegado a las estrellas con sus más recientes inventos, también lo estaba haciendo con sus dosis de morfina para soportar los dolores que le hacÃan poner los ojos en color blanco. Algunas ocasiones que mi madre me pedÃa que le cuidara, yo siendo tan pequeña, lo más que podÃa hacer era avisar de cualquier acontecimiento importante, cargarlo, masajearlo, asearlo y trasladarlo eran tareas muy difÃciles que sólo mi madre podÃa hacer.
Para hacerme más llevaderas las horas que le dedicaba a mi padre,
a veces le leÃa la novela el “Juego de Ender” o bien, escribÃa una bitácora con
las palabras que decÃa mientras sus alucines sucedÃan. Lo qué más solÃa balbucear
cuando yo le preguntaba si necesitaba algo, eran frases que llevaban a
lo mismo:
Papá – Oye Amalia tienen que ser
recargables…
Papá – Mi querida hija Amalia tienen que ser
autosustentables…
Papá – Mi pequeña Amalia, tienen que ser infinitas…
Papá – Amalia, no tienen que ser
desechables…
Papá – Oye Amalia servirán para que tequila
viva sin cables…
Papá – Amalia, tienen que servir para que
tequila nunca muera…
Sus medicamentos generalmente le ocasionaban que no fueran tan
claras su palabras, pero “Bichito” lograba cumplir su misión: me ayudaba en la
traducción pues tenÃa un módulo de codificación de voz, asà procesaba todo tipo
de decibeles con algoritmos de reconocimientos de patrones.
Lo más difÃcil de la enfermedad que vivÃamos en casa, tenÃa que
ver con las discusiones que habÃa entre mis padres. Mi madre ya no podÃa con el
cargo de conciencia y la cantidad de trabajo fÃsico, en repetidas ocasiones decÃa
que se estaba convirtiendo en otra persona: más odiosa y menos tolerante.
Pensaba que la mejor manera de sanar era salir corriendo de casa y dejar todo
atrás. Me llegó a explicar que se sentÃa como en medio de un examen de
matemáticas en el que el profesor le dio dos opciones: dejarlo todo y esperar
una segunda oportunidad al final del ciclo escolar con un examen más difÃcil y
que incluyera todo lo aprendido; o dejarlo todo y comenzar el año escolar desde
cero en otra escuela, con otro maestro y con un nuevo grupo de compañeros.
Yo vivÃa las cicatrices y heridas que mi madre se estaba haciendo y
me ponÃa tan triste escucharla decir “extraño esa insoportable que yo soy sin
mi”, asà que decidà generar un programa para que “Bichito” lo ejecutara cada
vez que yo lo necesitara. La idea es que el programa decida la mejor canción al
volumen ideal para que el mal humor y la tristeza desaparezcan, habÃa decidido
dejar de escuchar lo que no es acorde con mis 10 años.
El consuelo que mi madre recibÃa era una promesa de papá para
crear una prótesis que lo hiciera autosuficiente. Al final de cada discusión,
mi padre siempre prometÃa estar al 80% de su diseño que lo levantarÃa de la
cama.
En la vÃspera de Navidad, mi padre y yo notábamos muy extraña a mi
madre Sophia, tan alegre como hacia tiempo no era. El mismo “Bichito” captaba
en sus sensores datos no comunes, al grado de requerir el borrado de su “cache” en su interfaz de procesamiento
de datos.
La noche inigualable, sirvió para que mi padre y yo muy
entusiasmados termináramos los proyectos en mente. Al terminar el recalentado,
cada uno de nosotros nos fuimos a trabajar a nuestros centros de innovación y
no salimos hasta terminar. Mi padre logró precisar la aleación que soportarÃa su
peso y lo llevarÃa a estar nuevamente de pie, en tanto, yo logré organizar
todos los elementos que previamente habÃa seleccionado y acomodado en cajas
debajo de mi cama. Con ayuda de “Bichito”, logré trazar el plano arquitectónico
de esa baterÃa que tanto deseaba mi padre. La primera prueba fue realizada
arriesgando la vida del regalo más preciado que mi padre me ha hecho;
“Bichito” sufrió una actualización que lo comprometió a estar conmigo por
siempre. La sorpresa vino cuando buscamos a mi madre para darle, cada uno de
nosotros, la gran noticia. Nunca imaginamos que los sorprendidos serÃamos papá
y yo pues mamá ya no estaba en casa, se habÃa retirado para siempre. Lo confirmamos
por la nota que dejó en el refrigerador. Ahà se listaban los mejores tips de supervivencia
y los artÃculos indispensables que no podÃamos olvidar cada vez que fuéramos al
supermercado.
La despedida la dejó en un mensaje de voz que grabó dÃas antes en
el disco duro de “Bichito”. Al terminar de escuchar los matices en el mensaje
de mi madre, supe que el invento de mi pila de inagotables energÃas no eran
para los proyectos de papá en sus autos deportivos, sino en quien dejaba caer
la última pieza de Lego en su vida y se retiraba para comenzar a estudiar para
un nuevo examen de vida, un examen de conciencia a favor de la salud mental y
de lograr paz en el alma.
Y fue ahà donde tuvimos que re-configurar nuestras vidas…
Desde entonces, mi padre y “Bichito” son mis mejores acompañantes
en este viaje que es la vida, reÃmos, jugamos, seguimos creando y hemos ido
sorteando cualquier crisis energética, económica y hasta el calentamiento
global.
Como cada noche nos reunimos en casa para cenar y agradecer a la vida por ser quienes somos y estar donde estamos, mi padre y yo haremos nuevos ajustes en “Bichito” para que cada 10 de mayo su GPS localice a mi madre y, con un rayo láser especial le haga llegar hasta su corazón nuestro cariño, como una especie de apapacho silencioso que nos sincronice con ella; también la buscará para felicitarle por ser la mejor mamá del mundo, y hacerle llegar nuestro infinito agradecimiento y deseo de que vuelva a nuestros corazones incondicionales.
Como cada noche nos reunimos en casa para cenar y agradecer a la vida por ser quienes somos y estar donde estamos, mi padre y yo haremos nuevos ajustes en “Bichito” para que cada 10 de mayo su GPS localice a mi madre y, con un rayo láser especial le haga llegar hasta su corazón nuestro cariño, como una especie de apapacho silencioso que nos sincronice con ella; también la buscará para felicitarle por ser la mejor mamá del mundo, y hacerle llegar nuestro infinito agradecimiento y deseo de que vuelva a nuestros corazones incondicionales.