El mundo de afuera #PremioAlfaguara2014

6:05 p.m.

El Premio Alfaguara me resulta la oportunidad de leer una novela sin tener que invertir horas en la elección de un buen libro, o recurrir a alguien de confianza para escuchar sugerencia; este año el premio fue otorgado a la novela titulada “El mundo de afuera”, esta historia me resultó adictiva y digna de recomendarse a ojos cerrados. Desde la primera página se le da la bienvenida al lector con el tema del secuestro, siendo fácil asociarlo con Colombia, nacionalidad de Jorge Franco autor de este libro; sin embargo es un tema que puede encontrarse hasta en la novela más reciente de Vargas Llosa (Premio Nobel de Literatura 2010). Si bien es cierto que  durante la lectura de esta novela no deje de pensar en el “barón rampante” de Italo Calvino, también tenía presente los poco poemas de amor que he guardado en mi memoria. Se debe a que el autor intelectual del secuestro que transcurre en la novela, se enamoró de la princesa, a quien contemplaba desde la ramas de una árbol cercano al castillo y constantemente justificaba sus actos declamando poesía. Es así como el secuestro genera personajes con diálogos líricos y muy gráficos, la historia es contada a un ritmo que se apetece una segunda edición de la novela ilustrada con imágenes en blanco y negro, y quizá muy cursis y hasta sexualmente muy sugerentes.
Hacer coincidir dos historias en la magia de una princesa, es como creer en relatos de hadas sin que existan faunos o seres enajenantes que quieran embellecerse más que la protagonista. 
Creer que la historia de una princesa encerrada en un castillo genera un espacio sofocante, es tan absurdo como creer que el mundo de afuera es más sano tan sólo por tener más libertad, siendo que este último es capaz de ser insoportable y causar la muerte a la niña más inocente.

El estilo de El mundo de afuera me resulta una nueva manera de contar historias de princesas, genera un reto para quienes tenemos que contar historias a las nuevas generaciones sin necesidad de que todo sea inocente, conjugando el aspecto realista con la fantasía.

Resumen
Con un perfecto manejo de la tensión y ansiedad, el autor construye en esta novela tres historias a tal nivel de imaginación que el lector deseará ilustrar los diálogos de los personajes:

Don Diego
Originario de la ciudad de Medellín, de joven fue tan buen aventurero como buen empresario. Llegó a su vida Dita, una mujer de idiosincrasia alemana a la que le prometió bajarle la luna, las estrellas y construirle un castillo tan especial como ella misma, diseñado por el arquitecto de mayor prestigio en Berlín y construido por la mejor familia de arquitectos en Colombia. Motivado por su esposa Dita, Don Diego fue de los primeros hombres colombianos en vivir esa nueva manera de prometerse compañía de matrimonio eterna: vivir juntos por siempre pero sin casarse. Don Diego fue una persona con dicha y felicidad hasta que fue secuestrado por “El Mono”, un joven contemporáneo y admirador de su hija. Durante su secuestro supo que estaba ocupando el lugar de su hija. A pensar de no perder la esperanza de ser rescatado por un comando especial de policía, durante sus días de encierro, entendió el sentido de la muerte de su hija Isolda: llevar una corta vida de princesa.

El Mono
Tan curioso como cualquier niño, logró enamorarse de Isolda mientras trepaba por las ramas de un árbol con vista hacia el castillo. Buscando evitar la monotonía, aprendió a apreciar el paisaje de la ciudad de Medellín, no sin antes anteponer a una princesa que visitaba el bosque y corría por los patios del castillo. De tanto observar, no sólo logró predecir los movimientos de Isolda, sino los de todos los que habitaban el castillo, incluyendo los de la institutriz y nana de la joven princesa. Su obsesión por la belleza de Isolda, lo llevo a visualizar una vida eterna a lado de una princesa, pero sin llegar a sentirse un príncipe.
Al momento de enterarse que Isolda no seguiría viviendo en Medellín, El Mono sufrió un trastorno de identidad de género en la niñez. Sus siguientes años de vida, los dedicaría a planear el secuestro de Don Diego, como una señal de desquite con la vida. Al mismo tiempo que evadía el cortejo de una joven que le acosaba, buscaba enamorarse de un joven mozo al que le cumplía cualquier capricho, sin importar el costo de éstos. Poco a poco sus planes fueron empeorando, hasta que decidió no seguir con la idea de vivir una nueva vida fuera del país y patrocinado por el dinero del rescate.
Fue tanta su obsesión de vivir con Isolda, que una vez que sustituyó el secuestro de Isolda por el  Don Diego, le confesó sus ganas de vivir a lado de su hija, pero también lo hizo responsable de no ser feliz al lado de una princesa.
Su resignación le llegó cuando la policía lo obligó a no regresar más a su casa. Antes de darle el último despido a Don Diego, paso una noche en la tumba de Isolda y le pidió perdón.

Isolda
Isolda es una joven princesa que habita un castillo ubicado en la ciudad de Medellin. La vida de esta niña hace converger la historia de dos personajes clave en la novela: Don Diego y El Mono. Las tres historias se desarrollan entre el año 1969 y algunos años después del 9 de agosto de 1971, fecha en la que fue secuestrado Don Diego.
Una princesa que, a pesar de vivir el encierro de un castillo, se convierte en el alma y alegría del mismo. Hedda es su institutriz con la que busca empatizar lo suficiente para lograr permisos de caminar entre el bosque, en donde el cabello de Isolda se va transformando en una espiral que crece a medida que los almirajes le trenzan los cadejos. Cada vez que Isolda viaja entre el bosque regresa con un peinado fabuloso, dicho peinado siempre es acorde con su estado de ánimo, ya sea que su vestimenta sea de un vestido hecho a la medida por una costurera, o con una minifalda que se roba de un vestidor y que le hace ser alguien menos conservadora.
El nombre de Isolda, lo decidió su padre porque en el momento en que fue notificado que sería padre, tenía en sus manos el disco de la ópera “Tristán e Isolda, primer acto”.
Isolda nunca supo que todas las tardes era observada por “El Mono”, quien estaba camuflajeado por los colores de las ramas de los árboles, a la par que se enamoraba de su espontaneidad y elegancia para hablar de la naturaleza.
Gracias a que su padre Don Diego, también gusta de la música clásica, Isolda logra tener una maestra de piano quien le demuestra que dominar un partitura de Bach es dominar cualquier género, incluso cualquier partitura de los Beatles.
La paranoia de todo padre que no quiere que miren o toquen a su princesa, ocasiona que Isolda sea trasladada fuera de Colombia, siendo USA su último lugar de vida. Pese a que a los vecinos les fue difícil aceptar la muerte de alguien tan inocente, nunca dejaron de rumorar que la joven estaba loca por el encierro, que incluso se había vuelto hippie por los peinados que solía lucir. La joven murió de un síndrome llamado Guillain-Barré.

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