¿Cómo Terry se despediría de su mejor amigo Androide?

10:05 a.m.

Quien ahora redacta en prosa su pensar, es Emilia. Soy una perrita criolla de 11 años encontrada en la calle por un joven mientras se dirigía a una clase de cálculo vectorial en la H. Facultad de Ingeniería de la máxima casa de estudios. Esta bola de pelos alborotados, quien se apropia de este espacio, es para compartir con los dos lectores de este Blog mi sensibilidad luego de recoger el periódico Reforma y llevarlo a mi nuevo amigo que vive en la casona frente al parque, no sin antes aprovechar para leer al poeta “Armando Flores Aguirre” en la sección "Opinión".

¿Recuerdas, Terry,Ender/Maika/LiLuz/Boby/Firulais... amado perro mío, la
primera noche de tempestad que pasaste
en la casa del Potrero?

Eras todavía un cachorrito, y te asustaste
con el fragor del trueno y la luz espectral
de los relámpagos. Yo te tomé en los
brazos y te acaricié para tranquilizarte.
A pesar de que la tempestad seguía,
fragosa, y de que los tambores de la
lluvia redoblaban con fuerza en el tejado,
tú te dormiste con el tranquilo sueño de
la paz.

Alguna vez, mi TerryEnder/Maika/LiLuz/Boby/Firulais..., me llegará también
a mí la tempestad. Pero sé que habrá
alguien que me tomará en los brazos en
la misma amorosa forma en que te tomé
en los míos. Entonces me tranquilizaré,
como te tranquilizase tú, y dormiré,
igualmente el tranquilo sueño de la paz.

Espérame, TerryEnder/Maika/LiLuz/Boby/Firulais..., perro amigo.
Dormiremos juntos.

Aún recuerdo la casa a donde me llevaste  a vivir contigo, en aquel cuarto que era el mejor y más exclusivo del recinto. Aquel sillón donde dormí una larga siesta hasta estirarme y caer al suelo como si algo me trajera a la realidad, aquella nueva realidad que comenzaríamos juntos y de la cual no tenía idea, tampoco de lo que nos esperaba juntos. Tengo muy presente el momento en el que mi mirada hacia ti fue penetrante y cristalina luego de enterarme que no te fue posible atender la llamada telefónica que te daría detalles de mi cansancio por el ataque de asama, algo me intranquilizó al saber que te habias quedado dormida en el transporte público hasta que la delta de un parque atrajo tu atención y conciencia absoluta. También recuerdo verte estresado porque dañé una tecla del teclado de tu portátil que no dejabas de mirar; buscaba llamar tu atención y lo único que logré fue tu enfado. Ni qué expresar con ladridos sobre aquella indecisión tuya para citarme en las dedicatorias y agradecimientos de tu tesis de licenciatura. Valoré tu esfuerzo como el primero de muchos libros que publicarías en tu vida. Jamás me he arrepentido de aquella travesura en la que deshice a mordidas uno de tus dispositivos móviles. Siendo honesta, me sentí tan experta sommelier que por un momento me creí tan osada al grado de distinguir si es más apetecible la tecnología iOS o la Android. Aquella vez preferí Android y no le pasé nada bien, creo que tuve dolor de estómago por 3 días con 3 horas. Cambiaría las promesas de ir a la playa por volver a ver tu cara entusiasta cada que  recibías y escribías iMessage de aquella chica que te causaba un revoloteo en la pancita, sobre todo a la hora de referirte a ella como la desarrolladora experta en aplicativos back end a través de frameworks de propiedad intelectual única. Una precisión tan compleja como lo que me invade ahora al querer describirlo; más aún si intento narrar todo cuanto te esforzabas por hacer brillar esa alegría.
También extraño la sonrisa de tu foto estrella que resaltaba en el portaretratos de la sala a un lado del televisor.

Recostando mi cabeza sobre mi patita izquierda, yo muy a gusto en el sillón, contemplaba tu lenguaje corporal con el que entendía todo. Resaltaban ese actuar particular tuyo con el que te mentías y hacías de todo para convencerte que estabas en lo correcto, o por lo menos que hacías lo que la mayoría. Cuando tenía duda de ello, sin que los percibieras, me acercaba olfatear tu corazón para que tu torrente sanguíneo me lo confirmara.

Gracias por dejarme un legado sobre el sentido de la muerte y de la vida. Sé que desde el cielo me ves, pero no está demás decirte que no me abandonaron, yo misma tomé la decisión de salirme de casa porque no tenía sentido seguir en ese lugar sin tu compañía. Como has visto, estoy contenta y con salud, con dolores en la columna y asma de vez en vez. Nada del otro mundo. Soy como una bola de pelos con un campo de fuerza llamada mugre. Ese escudo es tan poderoso que las personas malvadas ni se me acercan. Sólo los niños me regalan una caricia y sonrisas. Los pequeños en carriola que visito en el parque cumplen la promesa que nunca pudo llegar a casa. Ahora que lo recuerdo, la semana pasada una vitrina de una tienda de electrodomésticos exhiba un vídeo sobre la donación de órganos que, por más de una semana, me dejo pensativa, pero sobretodo con mucha esperanza.



Te agradezco por mandarme ese angelito de la guarda que parece uno de esos drones que solías tener en casa.

Quien te extraña y desea me esperes "ansiosamente" en la otra vida

Emilia (Perrita criolla tipo #XoloSchnauzer)

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