Las descargas en Internet no desaparecen a un artista, sí lo promocionan

9:42 p.m.

En las próximas fechas, la cantante mexicana Lila Downs estará presentando su más reciente disco  titulado “Pecados y Milagros”. Como todo artista en el ejercicio de promover su más reciente creación, dará una serie de conciertos en distintos lugares entre los que se encuentra la ciudad de México. Dichas noticias llegaron a mi, a través de las redes sociales, para lo cual me declaro seguidor de la artista. Lila Downs publicó a través twitter una invitación para adquirir los boletos directamente en el Auditorio Nacional, la ventaja estaba en que todo boleto venía acompañado de un cupón canjeable en la tienda de discos de mayor prestigio. Al presentar dicho cupón en las fechas establecidas, se te obsequiaba el disco en formato CD.

Cito lo anterior porque tiene que ver con el primer capítulo del libro de Enrique Dans de su libro “Todo va acambiar”, en donde no sólo plantea una filosofía para que los lectores dejen de sentirse delincuentes por copiar su propia música, también deja claro que los artistas no están desapareciendo ni empobreciendo por la piratería y que las compañías discográficas no seguirán siendo una forma de enriquecer a los empresarios.

Destaco el excelente viaje por la historia del “copyright” que hace Enrique; se involucran temas actuales de los cuales, en algún momento, hemos formado parte: Napster, iTunes y Spotify.

La idea de copyright, o "derecho a hacer copias", emerge en 1710 en el Reino Unido, con el llamado "Estatuto de la Reina Ana", que protegía a los autores contra aquellos impresores que llevaban a cabo tiradas de las obras de estos autores sin su consentimiento. La idea era, precisamente, consagrar el derecho de un autor a percibir una compensación cada vez que alguien generaba un ingreso mediante una obra suya. En 1886, el copyright obtuvo reconocimiento y validez internacional al firmarse el Convenio de Berna, cuya última revisión data de 1989”.

Mis amigos abogados que hacen el favor de leer este blog, seguramente me recordaran que la legislación mexicana permite tener un número controlado de copias de una obra artística registrada ante el INDAUTOR. También me harán recomendaciones para resguardar el ticket de compra que compruebe mis derechos. Lo anterior me inquieta porque va en contra de una frase del libro que me fascinó: “copiar, en internet, era tan natural como respirar”.

De repente, la posibilidad de hacer una copia de una obra, que era precisamente lo que se suponía protegía el copyright, era algo al alcance de cualquiera. Tan al alcance de cualquiera, que resultaba de imposible protección. Copiar, en Internet, era tan natural como respirar: cada vez que un usuario hace clic sobre un vínculo, genera una copia. Copias son las páginas que leemos, las fotografías que vemos, y absolutamente cualquier cosa que nuestro navegador descarga: todo en Internet es copia de un original almacenado en un servidor. Por tanto, proteger el derecho del autor a percibir una remuneración por cada copia, cuando generalmente esas copias realizadas no generan ningún tipo de transacción económica, pasa a resultar completamente absurdo y sin sentido. E intentar perseguir a quienes copian lo es, obviamente, mucho más”.

Para dejar claro que estoy de acuerdo con que los artistas deben usar Internet como un medio para obtener más fama y por ende más ingresos; me gustaría compartir una foto de una gran amiga que se hizo acreedora a una cena, convocada por Terra, con uno de sus grupos favoritos: "La Gusana Ciega". Recuerdo perfectamente que entre los temas que discutieron en aquella cena fue la fuente de sus ingresos, y en ningún momento mencionaron la venta de discos, pero sí los eventos y conciertos.

Todos los estudios realizados hasta el momento establecen claramente que la difusión que la red proporciona a estas obras redunda, en todos los casos, en un incremento de popularidad que permite a estos autores obtener más dinero por otros conceptos, tales como ingresos por conciertos, merchandising, etc

Descubrir que el cachondeo de las portadas y el acceso a los materiales extras, no es la razón de peso para seguir adquiriendo música en formato CD, sino lo que Enrique Dans llama “economía de la abundancia”, fue el primer paso para comenzar a idear qué debo hacer con mi mueble lleno de cajas de jewel de plástico transparente. Y es que todo se debe a uno de los principios de la seguridad informática: disponibilidad. Dicho de otra forma, sigo con la incertidumbre de no saber administrar mis archivos electrónicos, entre ellos la música, y por error un día perder ese acceso a pesar de tenerlos en el iPod, iPhone, equipo de la oficina e incluso en la nube a través del cloud computing. Tal vez esta manía se debe a que entre los discos, se encuentran algunos con autógrafo y dedicatoria.

En esas circunstancias, tras consolidarse una "economía de la abundancia", el problema para el usuario no provendrá ya de la obtención de la música, sino de la elección de la misma con un criterio razonable y sencillo: los sistemas de recomendación y descubrimiento tienen, en este sentido, un enorme potencial”.

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